miércoles, agosto 1

Oh My God ¡¡¡¡

Wuaw ¡¡¡ que cosas raras pasan en esta vida, al parecer cuando algo debe pasar, pasa.... y ahora comprendo que no hay que cuestionarlo todo.

Recuerdo la última vez que estuve en una Iglesia, fue hace ehmm alrededor de nueve años atrás, cuando me preparaba para la comunión, iba a las charlas con mi librito bajo el brazo. Todo bien al comienzo, conoces gente, escuchas a tus guías hablar del ser supremo que nos observa de arribita. Recuerdo que con mente de niña en ese entonces, siempre al escuchar que Dios nos observa en todo momento, me complicaba con que Dios me observará hasta en mis momentos íntimos, era algo realmente estúpido, pero bueno con 13 años y con una actitud media pánfila, más de alguna vez al estar en el baño me preguntaba si Dios me estaría mirando ¡¡que plancha¡¡¡. Cosas de niño.

El asunto es que un día en una de las charlas, me dieron ganas de hacer pipí y fui al cuartito del baño, que era bastante oscuro y quedaba en el patio de la Iglesia.
Cuando me iba acercando sentí unos ruidos medios extraños, pero descarte inmediatamente la posibilidad de alguna cosa paranormal, pues estaba en una Iglesia, difícilmente aparecería el demonio por el inodoro. Seguí avanzando, abrí la puerta y paff ¿Qué cosa? Una pareja de muchachos, obvio niña y niño, apasionadamente besándose y “haciéndose cariño” digámoslo así. Pero eso no era todo, le hacían compañía otros dos más que para su incomodidad estaban dentro de uno de los baños. Shuatas ¡¡¡ las ganas del pipí se esfumaron, me di la vuelta y volví a la charla.
Comprenderán que con tan corta edad fue un tanto chocante la situación, puesto que el fin con el que yo creía que iban mis compañeros a ese lugar, al parecer no era el mismo para todos. Cuento corto, hice mi comunión y desde aquel día jamás volví a pisar una Iglesia, ni a pensar en la idea de un ser supremo. No solo por lo ocurrido en la escena del baño, se suma también quizás, que nunca me llamo la atención acercarme al “tipo observador”. No, no era tema para mí…. Bueno, por lo menos hasta hoy.


Martés 31 de Julio, del año más friolento en los últimos tiempos.

Un amigo, de esos de mucho tiempo que ya son parte de tu familia, te viene a visitar. Después de bastantes semanas sin verlo, el saludo correspondiente, su conversa acompañado de un puchito. Todo bien. Al despedirse te cuenta que hace un tiempo ésta participando en un grupo cristiano.

-“Ah que buena, que te valla bien entonces” dice uno no entendiendo mucho de lo que habla.
-“Emm, yo te venía a invitar, hoy día nos toca junta” dice él amablemente.
-“Ah? Jajaja yo creo que paso, no soy la persona indicada.
-“No hay personas indicadas para esto” dice él esbozando una sonrisa, de ésas a las cuales no puedes decir que no.
-“Ay¡¡ Entiendo, mmmmm, ya po¡ te acompaño entonces, pero un ratito no más.


En el camino hacia allá, por mi cabeza pasaron miles de imágenes por segundo. Pero no describiré todo eso para llegar luego a lo importante.

Ocho en punto, entrada media tímida. El “hola” como en voz bajita cuando no conoces a nadie en un lugar, te sientas, te ofrecen un café y te sientas al lado de una estufa, rodeada de 10 jóvenes más, con la misma pinta que tú, de todo un poco en realidad.
El personaje que me llevó a aquél lugar abría la cesión, tomo una guitarra y comenzó a canturrear dulcemente. La primera sorpresa de la tarde, pues tanto tiempo acostumbrada a verlo cantando pero con un vaso de ron en la mano, que ésto parecía algo extraño, pero encantador al mismo tiempo.

La luz era suave y el ambiente cálido, comenzaron a hablar y muy lejos de repetir las oraciones típicas que nos enseñan en la etapa escolar, comenzaron a hablar de la vida, de las cosas que estaban pasando y de cómo el “señor observador” se hacía presente en cada detalle de sus vidas. Había pasado más de una hora y yo en silencio escuchaba un tanto deslumbrada cada palabra de los allí presentes.
Hasta que llegó….llegó el momento que estaba presintiendo que llegaría. Me miraron todos al mismo tiempo y sentí de inmediato que mis mejillas se acaloraban. Tenía que hablar. Pero antes de intentar hacerlo, el tipo que estaba a la cabecera me mira tiernamente y me dice “romina, porque estás tan lejos de Dios?”. O sea, me dieron unas ganas tremendas de responder “Y que sabes tú, si yo estoy lejos de Dios?” . Pero bueno, el tipo no era brujo, pero no se cómo ni porqué supo mi lejanía con el “observador”.
En fin, pensé que costaría sacar las palabras…pero todo fluyo extraordinariamente, les hable un poco del tema incluso pasando por la historieta del baño…..

Fin de la reunión y sentía como que mágicamente hubiese perdido unos cuantos kilos del cuerpo, se sentía bien, personas como tú, que carretean igual tú, que estudian igual que tú y que por supuesto se caen igual que tú. Con la única diferencia que ellas sentían al observador en sus cuerpos, más aún, en sus vidas.

No sé, no tengo idea si volveré a ese lugar… no sé si las palabras que ellos dijeron se quedarán en mi cabeza y no desaparecerán mañana cuando despierte…no sé si ellos son ejemplos de jóvenes a seguir, pues nadie es perfecto en este mundillo.
Solo sé que la manera en la que ellos se enfrentan al mundo es tan optimista, que por lo ojos irradian vibras positivas y eso… de alguna forma debe estar guiado por algún ser superior a nosotros mismos.

Quien sabe¡¡¡¡



Saludos a todos
Que tengan una buena semana.

Hoy me voy a dormir, con una sensación agradable en el cuerpo.

See you ¡¡